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                Fernanda Escárcega Ch.

 

A unas semanas de los Juegos Olímpicos y a un día del inicio de los paralímpicos, queremos hablar de un tema que, en últimos años, ha sido muy controversial. Basta investigar un poco sobre el abandono de las instalaciones de Atenas 2004 o los costos de las de Londres 2008 para notar que la arquitectura de los Juegos Olímpicos implica mucho que reflexionar.

Los primeros Juegos Olímpicos internacionales se celebraron en Grecia, en abril de 1896. El espíritu con el que se organizaron buscaba fomentar la cooperación internacional y la cultura del deporte. Ese año, 241 atletas hombres, de 14 países, compitieron en atletismo, lucha, ciclismo, tenis, esgrima, natación, golf y tiro.

Aori Nishimura practicando.
Fotografía: Ezra Shaw/Getty Images

Hoy, en 2021, son 204 los países participantes y 33 los deportes olímpicos –escalada, skateboarding y surf incluidos–, todos con categoría femenil y varonil. Cada edición funge, también, como un escenario para la expresión de posturas respecto a temáticas sociales, políticas, ambientales y de cualquier índole que resulte relevante para los deportistas que, por dos semanas, tienen la oportunidad de volverse voceros de sus causas.

Igualmente, ser la sede de este evento significa, para la ciudad anfitriona –y el país, seguramente– la oportunidad de mostrar una imagen positiva al mundo entero: reafirmarse como una potencia, ofrecerse como un destino turístico, ejemplo de una sociedad en control, etcétera. En este sentido, el despliegue de recursos y la generación de una infraestructura impactante fue, por décadas, la manera de superar a la ciudad sede anterior y cumplir las expectativas de la comunidad internacional.

Como dato, de 1912 a 1948, el Comité Olímpico Internacional otorgó medallas a la arquitectura desarrollada para los Juegos. Con ese impulso, comenzaron a organizarse concursos de diseño que convocaran a arquitectos famosos y resultaran en la construcción de grandes ideas, con gran presupuesto y el foco mundial. Sin que el Centro Acuático de Londres 2012 o la Sede Olímpica de Río 2016 lograran superarlo, el Bird’s Nest de Beijing 2008 ha sido considerado la obra cumbre de esta tendencia. Tendencia que, este año, Tokio 2021 parece haber cortado.

Fotografía: Carl Court/Getty Images

Para empezar, el gobierno de la ciudad rechazó realizar el proyecto de estadio de Zaha Hadid, cuyo costo, estimado en 2.3 mil millones de dólares, rebasaba los 2 mil millones que costó la construcción de la villa olímpica completa, con 21 edificios de hospedaje y amenidades para los 11,653 atletas. Esta villa, “Harumi Flag”, fue proyectada con la idea de su posterior aprovechamiento como desarrollo de uso mixto, con departamentos (4,145), espacios de renta, tiendas y diversos servicios comerciales; dos parques, dos escuelas y guardería y una estación de multimovilidad.

Determinados a reducir el impacto de la infraestructura, el concepto general de la arquitectura de estos Juegos Olímpicos estuvo a cargo del arquitecto Kengo Kuma, y se centró en el uso de madera local –que, bien cultivada, se presume como una mejor opción ambiental y, bien tratada, como un material seguro–.

Si por un lado el porcentaje de reutilización de instalaciones de la edición de Tokio 1964 fue del 80% (34 de 42), también se buscó diseñar y construir con módulos estructurales de madera que fueran fácilmente reutilizables en el armado de otros edificios públicos y fácilmente remplazables para cuidar su mantenimiento. Buscando el ahorro de recursos naturales, se pensó en edificios con ventilación natural que regularan la temperatura y el nivel de humedad sin necesidad de aires acondicionados; se consideraron sistemas de captación de lluvia y al Estadio Nacional se le instaló una membrana fotovoltaica en el techo.

Durante años, los Juegos Olímpicos funcionaron también como un espacio para el diseño y la construcción de obras arquitectónicas espectaculares. Esta edición poco se comentó sobre la estética o la complejidad estructural de los edificios; pero poco se ha comentado, también, sobre el gran valor de la postura de esta organización que, reordenando las prioridades y desafiando las expectativas mundiales, decidió volcarse hacia un objetivo nuevo e indispensable: la sustentabilidad.

Plaza Olímpica por Nendo.

Causas políticas, sociales y ambientales; los momentos importan, y en este año, al día siguiente de la conclusión de los Juegos Olímpicos de Tokio, se publicó un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, que no solo nos confirma como responsables de los cambios en el planeta sino que advierte que, de no tomar medidas urgentes, en los próximos 20 o 30 años viviremos frecuentes olas de calor, sequías, extinción de especies animales y vegetales, y todas las crisis que social y económicamente esto conllevará.

Desde 1896, las Olimpiadas han permitido manifestar posturas, lanzar mensajes de gran alcance y llamar a la cooperación internacional. La organización de Tokio 2021 tomó una decisión clara y muy pertinente. Ojalá que su mensaje sea bien escuchado y considerado no solo por las comunidades deportivas, arquitectónicas y gubernamentales, sino por la población del planeta en general.

 


Fuentes:

 

 

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