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Breve historia de la Narvarte

Fernanda Escárcega Ch.

 

Hay que imaginar un río, un río con peces y animales terrestres bebiendo apaciblemente a sus orillas. Alrededor, una extensa planicie verde con límite en los cerros y montañas que enmarcan el valle.

No se conoce el momento exacto pero, en algún momento, a estos campos llegó un grupo de pobladores. Se asentaron en la zona y le dieron nombre: Ahuehuetlán, por la abundancia de estos árboles colosales. Tras la Conquista española, los pueblos originarios fueron renombrados en honor a una figura cristiana. Al lugar de los ahuehuetes llegó una orden dominicana; río, tierra y pobladores fueron bautizados bajo el nombre de una virgen. La Piedad Ahuehuetlán fue sede de uno de los conjuntos religiosos –convento e iglesia– más importantes del Virreinato.

Una versión cuenta que a finales del siglo XVIII, poco antes de la Independencia, llegó un tal Don Felipe José de Narvarte y compró la Hacienda. El casco se levantaba en la actual Cumbres de Maltrata y abarcaba el cuadro que forman las calles de Xochicalco, Luz Aviñón, Uxmal y Romero de Terreros.

Con los cambios en el país este pueblo entró en decadencia. Las leyes de Reforma empujaron el cierre del convento y aunque la iglesia se mantuvo clandestinamente activa, fue víctima de numerosos ataques. Territorios y sociedad se reorganizaron. Pasó el tiempo. Llegó el siglo XX y con él un proceso de urbanización en todo el mundo. Entre los años 40 y 50, la zona que había sido parte de la Hacienda de Narvarte y del pueblo de La Piedad Ahuehuetlán comenzó a fraccionarse. Así fue que surgió la Colonia Narvarte, bajo nuevas ideas políticas, económicas y sociales, para dar casa a una emergente clase media capitalina.

En un inicio se demolió el convento y la iglesia de Nuestra señora de la Piedad –casi 300 años después de su construcción– y, en su lugar, quedó un Ministerio Público. Poco después, sobre la calle Obrero Mundial, con un proyecto del arquitecto Langenscheidt, se inaugura la “nueva” Parroquia de Nuestra Señora de la Piedad, ésta con un estilo modernista, un mural interior de Pedro Medina Guzmán, “el Charro”, y una pintura recuperada del convento virreinal.

Durante el periodo presidencial de Miguel Alemán, se manifestaron fuertes cambios en la forma de entender el Estado, de forma general, y la ciudad, en lo particular. En la Narvarte quedaron muchas marcas de esa época. De hecho, gran parte de los edificios emblemáticos de la colonia, se construyeron como parte de ese nuevo entendimiento de país. En 1952, el río que cuzaba la ciudad de Este a Oeste, –aquel que antes era fuente de vida y que en estos tiempos ya era más bien un canal de desechos–  fue entubado; sobre él se constuyó una gran avenida, además de abrir la circulación a los automóviles, esta medida buscaba el “saneamiento” de la zona.

Como parte del esfuerzo de urbanización se inauguró una serie de edificios públicos que, además de dar lugar a las instituciones recién creadas, cumplían con la estética de la nueva arquitectura mexicana, la cual combinaba las formas funcionalistas de la época con la modernidad y el nacionalismo postrevolucionario. Uno de los mejores ejemplos de esta convergencia es la Secretaría de Comunicación y Obras Públicas (SCOP), proyecto dirigido por Carlos Lazo, Augusto Pérez Palacios y Raúl Cacho –mismo equipo de la Ciudad Universitaria–. Tanto al exterior como al interior, se incluyeron murales y esculturas de artistas como Juan O’Gorman, José Chávez Morado y Francisco Zúñiga. Todos con temáticas alrededor de la historia del país y el enaltecimiento de la identidad.

Están también el Parque deportivo del Seguro Social –que, aunque había sido inaugurado en 1928 como el Estadio Delta, en 1955 se reabrió como propiedad de la institución–; el conjunto habitacional Narvarte –uno de varios desarrollos que planteaban la creación de centros multifamiliares densos con la infraestructura para cubrir las actividades cotidianas– y, para los años 60, el Centro Médico Nacional, del arquitecto Enrique Yáñez, el cual se diseña como una pequeña ciudad que concentra trece especialidades médicas, cada una en un edificio, con plazas, áreas verdes y obras plásticas, también, de discursos nacionalistas.

En la Narvarte llama la atención la presencia de enormes palmeras que, como si hubieran tomado el lugar de los antiguos ahuehuetes, han ido envejeciendo en los camellones. Su historia es curiosa y se contrapone un tanto al resto de los motivos de su conformación. Se dice que el presidente Alemán tenía un gusto especial por California y que, buscando dar un toque de Beverly Hills a la Ciudad de México, mandó sembrar corredores de palmeras en diversas zonas.

Sin duda, la construcción de una ciudad resulta de un gran número de fuerzas, voluntades y necesidades encontrándose todo el tiempo.

Con muchos años de existencia, la personalidad de esta colonia se compone de rasgos de épocas, visiones y discursos diversos. Así como los nombres de sus calles combinan temas lejanos como zonas arqueológicas, doctores y filántropos; sus edificios mezclan los estilos colonial californiano con el streamline, las formas funcionalistas y otros actuales.

Lo viejo ha sido constantemente recuperado por lo joven, esa es su historia; esa es la manera en la que la Narvarte se ha mantenido viva y vibrante. Al margen de nuevos ríos y nuevos nombres, una gran pluralidad de personas dan movimiento a esta colonia, nuestra colonia, todos los días.

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