Fernanda Escárcega Chavarría
Salva vidas. ¿Quédate en casa?
Millones de personas en situación de calle
Llevamos más de 60 días de suspensión de gran parte de las actividades y cierre de establecimientos de todo tipo. Al menos hasta hace una semana, el flujo vehícular se percibía bastante reducido. La incertidumbre ha ido cumpliendo sus propias curvas según las variables de las notas de periódicos extranjeros, las declaraciones de Gatell y los números que, por más que les damos vueltas, no acabamos de entender.
En casa, lo días pasan casi todos iguales, hastío, ánimos que van subiendo su temperatura, cientos de preguntas y opiniones.
Se dice que la enfermedad nos ha vuelto a todos –ricos y pobres– iguales, se dice que son los mayores de 60 quienes están en mayor riesgo, se dice que la vuelta a las calles deberá ser escalonada…
Parece que estamos dejando fuera la vida y la realidad de un grupo. En 2018, solo en la Ciudad de México, se contabilizaron 6,754 personas en situación de calle [1]. Para 2019, la CEPAL estimó 15 millones en todo el país.
La aparición de esta pandemia ha evidenciado problemáticas sociales; de hecho, está recrudeciendo varias. Sin embargo, aun es necesario llamar la atención sobre las condiciones de vida de este sector que, de por sí invisibilizado y excluido, en una situación como la actual, está quedando totalmente olvidado.
Por un lado está el plan nacional de una “vuelta paulatina a las calles” y, por el otro, este sector de la población que sistemáticamente subsiste en el espacio público. Este grupo de personas que duerme, despierta, come y trabaja afuera. ¿Cómo hará esta gente para enterarse de las medidas necesarias para cuidarse? De conocerlas, ¿cómo pordría llevarlas a cabo?
De las 6,754 personas contabilizadas, se sabe que dos mil pasan la noche en albergues. Dos mil que en esta cuarentena se han quedado sin techo –pues muchos albergues se cerraron por ser posibles focos de contagio– y que han tenido que sumarse al resto para hacer refugio en banquetas, camellones, edificios abandonados y bajo puentes. Muchas –y positivas– han sido la iniciativas sociales que buscaron la forma de mantener a flote el trabajo de restauranteros, productores, agricultores y más. Pero poco se ha pensado y actuado ante la desaparición casi total de los medios por los cuales las personas en situación de calle logran subsistir: limpiando parabrisas en semáforos, recolectando plástico, cartón y vidrio desperdicio de comercios, pidiendo limosna en puntos de gran afluencia [2].
Aun con lo complejo del fenómeno –y lo deficiente de las herramientas de medición– se conoce que Cuauhtémoc, Gustavo A. Madero y Venustiano Carranza son las demarcaciones que presentan mayor número de personas en esta condición. Se estima que la mayoría –por mucho– son de género masculino; 64 % adultos; 25 % adultos mayores y 2% menores de edad. Hay un 40% de migrantes de otros estados y 17% personas con alguna discapacidad física. En los recuentos oficiales se establece que menos de 1% es población indígena. Sobre inmigrantes extranjeros no hay información.
Actualmente, el incremento de las brechas económicas es inminente. Si algo podemos hacer es detener, al menos, el aumento de las distancias sociales. Hemos ya abierto la solidaridad y la consideración hacia aquellos que no tienen la posibilidad de quedarse en casa; ¿qué tal ahora, visibilizar la existencia de miles de personas que no tienen domicilio ni documentos de identidad; que viven la discriminación de la población y quedan fuera de los programas sociales?
Hoy, en esta situación de contingencia, en este regreso escalonado a nuestra nueva realidad se dice que todos estamos igualmente en riesgo; sin embargo, habría que pensar que la gente que habita las calles –sin acceso a información, a condiciones de salubridad, sin atención médica a la mano– podría ser la población realmente vulnerable. Más aún cuando sus vidas no cuentan claramente en las cifras oficiales.
Contra aquella visión simplificadora que atribuye a esta condición la debilidad moral, el vicio, la falta de ganas, es importante aclarar que la llamada “indigencia” es una problemática estructural, no individual.
Entre las causas principales está la violencia doméstica, la expulsión de la familia, la pérdida de vivienda o de proveedor –en niños y adultos mayores–, la migración. La situación de calle es multicausal e implica un proceso: una fase de riesgo, una fase inicial y una fase de arraigo en que la persona acaba por asumir la condición como parte de su identidad. Es además relacional, no emerge únicamente del individuo sino de su entorno y de la interacción –excluyente– con el resto de la población.
Es una problemática urbana. Una expresión de carencia –social y económica– propia de las dimensiones de ciudad pues es en las grandes urbes, en su voracidad, donde el otro puede permanecer anónimo, inexistente; volverse insignificante.
Desde hace más de 60 días las bancas, los parques públicos y las plazas se mantienen acordonadas. Hace más de 60 días la actividad normal se frenó en seco. ¿Cómo están cubriendo, las personas que viven en la calle, sus necesidades básicas?
El riesgo de contagio se mantiene, las complicaciones en la manifestación del Coronavirus son graves. Vuelvo a preguntar, ¿cómo hará esta gente para enterarse de las medidas necesarias para cuidarse? De conocerlas, ¿cómo podría llevarlas a cabo?
Salva Vidas. ¿Quédate en casa?
No, ante esta o cualquier otra enfermedad no todos somos iguales; hay una población especialmente vulnerable, al menos 15 millones de personas que duermen, despiertan, comen y pasan la cuarentena en las calles. El problema es enorme. Desde nuestro quehacer cotidiano y desde nuestra toma de conciencia, hay que asumir lo que nos toca. Reflexionar sobre los prejuicios, estigmas y discriminación de los que somos parte. Informarnos qué y quiénes están haciendo algo al respecto.
[1] CNDH, Diagnóstico Situacional de las Poblaciones Callejeras, 2017-2018.
[2] Según un estudio de la UNAM para el Programa Universitario de los Derechos Humanos de la UNAM-PUDH, 7 de cada 10 declara realizar algún tipo de actividad económica.