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Fernanda Escárcega Ch.

 

 

Recientemente escribimos sobre el aumento de la temperatura y la relación de los cambios del planeta con la expansión de la ciudad. Hace unos días escuché a alguien decir que el choque contra el fin del mundo era inevitable, que las medidas que como humanidad pudiéramos tomar, solo significarán reducir la velocidad de impacto, tal vez, de 120 a 60 kilómetros por hora.

 

Desoyendo el trágico pronóstico de la metáfora sobre ruedas, hay que insistir en la pregunta: ¿qué puedo hacer desde mi pequeñísimo/gran campo de acción?

 

De acuerdo con el programa para el medio ambiente de la ONU, la operación y construcción de edificios producen 38% de todas las emisiones de CO2 relacionadas con la energía en 2019. Lo cual quiere decir que el sector de la construcción tiene, en realidad, un gran potencial para desacelerar el golpe.

 

Acciones relacionadas con incentivar la renovación de edificios (en vez de construirlos de cero) y el establecimiento de estándares y criterios de construcción que impulsen la reducción de emisiones de las obras pueden quedan fuera de las manos de la mayoría, es verdad. Sin embargo, como arquitectas, arquitectos e, incluso, como personas interesadas en construir o adecuar espacios sí podemos sumar un criterio de consciencia medioambiental a nuestras decisiones.

 

A muy pequeña escala, sí es posible buscar opciones más ecológicas y alternativas que, además, muchas veces, significan beneficios en términos de salud, economía y –sí, por qué no, también– en estilo o diseño.

 

Pensemos en la piedra, la tierra, la cal, la resina vegetal o el mucílago de cactus.

Foto de JEONGUK - en Unsplash

Aunque en inicio podrían pensarse como materiales toscos, indignos de la tecnología y el desarrollo que se atribuye a la humanidad y, más aun, a la ciudad, lo cierto es que gran parte de los edificios que hoy son considerados patrimonio histórico y cultural fueron construidos previo a la Revolución Industrial y a todo el avance que con ella se desató (concreto y acero). Antiquísimas iglesias, templos, murallas, palacios y algunas viviendas campesinas permanecen a través del tiempo y las condiciones del ambiente, con sus estructuras de piedra, madera, tierra y recubrimientos sencillos, extraídos puramente de la naturaleza.

 

Estos materiales y las técnicas “básicas” que se desarrollaron alrededor de ellos han demostrado ser duraderas y plenas de beneficios a lo largo de nuestra historia. La tierra, por ejemplo, atenúa cambios de temperatura, regula la humedad del ambiente, absorbe la reverberación, no contiene sustancias tóxicas, es reciclable y reintegrable al planeta.

 

Tanto para la estructura y construcción como para dar acabado, los materiales naturales en sus estados más puros implican procedimientos de preparación y aplicación que son generalmente menos contaminantes. Frente a el impacto con la catástrofe, el conocimiento ancestral detrás de sus técnicas de manejo, de hecho, es más vigentes que nunca.

Foto de Haley Phelps en Unsplash

¿Qué formas de construcción podrían resultar más sustentables?

 

Han surgido ya diferentes iniciativas que traen a la actualidad e impulsan el uso de alternativas que, frente al ladrillo, el concreto y el acero, quedaron olvidadas. Curiosamente Oaxaca es un punto que concentra dos propuestas importantes.

 

Bahía Bloquera (@bahiabloquera), en Puerto Escondido, produce bloques de tierra cruda compactada con un porcentaje mínimo de estabilizante (90-10). Y los presentan como un material de construcción con cualidades estructurales, viable, sostenible, antisísmico, acústico y regulador de temperatura y humedad; con beneficios sociales ambientales y económicos. Esto, sobre todo, si se opera a nivel local, con distribución regional.

Puede ser una imagen de taller de fundición y texto

La propuesta se vuelve mucho más interesante considerando que un bloque de tierra comprimida es diez veces menos contaminante que uno de concreto y que sus propiedades térmicas reducen el consumo de energía dentro de sus espacios hasta un 50%.

 

Mix Terra (@mixterra.mx), por otro lado, prepara pinturas, acabados y recubrimientos a base de tierras oaxaqueñas. El material, más allá de los beneficios funcionales y ecológicos, es precioso. En colores verde, morado, marfil, axiote, turquesa y mamey, su elaboración surge de las técnicas constructivas tradicionales y es amigable con el ambiente.

 

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

 

Como estas dos, otras tantas. Si retoman materiales y conocimientos locales, mejor.

 

Pare ser que, en busca de la sustentabilidad, el pasado y los métodos más tradicionales ofrecen varios caminos que (re)descubrir.

 

El reto está en atreverse a (re)vivirlo.

 

 

 

 

 

Fuentes

 

ONU (2020) Comunicado de prensa: Emisiones del sector de los edificios alcanzaron nivel récord en 2019: informe de la ONU, revisado en:

https://www.unep.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/emisiones-del-sector-de-los-edificios-alcanzaron-nivel#:~:text=La%20operación%20y%20construcción%20de,la%20neutralidad%20climática%20en%202050.

 

Mixterra

https://mixterra.mx/

 

Carta de Presentación de Bahía Bloquera

https://www.instagram.com/bahiabloquera/

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