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Fernanda Escárcega Ch.

Imaginemos a Oscar Hagerman. Imaginémoslo en medio de un patio. No cualquiera, el patio de su casa de Valle de Bravo, esa que construyó en 1969 para su familia, alrededor de un patio que vislumbró entorno de un viejo guayabo que ahí estaba y que sirvió como punto de partida para el proyecto arquitectónico.

El arquitecto y diseñador ha expresado varias veces que tomar un patio como punto de partida es una de sus soluciones recurrentes; no solo para un edificio habitacional sino también para otros tipos, escolares, por ejemplo. “Es un espacio domesticado”, ha dicho, pues en él se disfruta el viento, la lluvia y el sol, domados por los muros –estos de adobe, lodo y paja– que los contienen.

De madre gallega y padre sueco, Oscar Hagerman nació en La Coruña, en España, en 1936. Por motivos del trabajo de su padre, viajó mucho en la infancia. De los 8 a los 15 años vivió en Cuba; luego llegó a México y fue aquí que echó raíces.

Estudió la carrera de Arquitectura, en la Universidad Nacional Autónoma de México; pero bien podría pensarse que su formación fuera Antropología o Sociología. Hace poco más de 40 años, Doris –su esposa– y él visitaron una comunidad en la Sierra de Puebla y se involucraron en un programa para mejorar el espacio y el plan educativo. Ahí encontró su vocación e inició una trayectoria profesional y de vida que, por todo el país, lo ha llevado a tratar de entender la pluralidad de modos de vida y mundos de personas con que se ha encontrado.

Imaginamos entonces a Oscar Hagerman en su patio, patio de tabique colocado directamente sobre la tierra, con flores silvestres y hierbas saliendo de entre las juntas. Lo imaginamos sentado en una silla. Tal vez esa silla inspirada por el oficio y la tradición mexicana. Aquella silla “Arrullo” que diseñó y brindó a la gente, para que libremente se apropiaran –en uso, venta y producción– de ella.

Fuente: https://mxcity.mx/2018/09/oscar-hagerman-arquitectura-sencilla-con-un-espiritu-comunitario/

Y es que, para él, el diseño de mobiliario es también una forma de arquitectura; y, así como en la arquitectura habitable, los objetos que usamos cotidianamente han de tener a la persona como unidad básica de medida. “No es nada más que la gente quepa en un lugar, sino que la gente esté bien, se sienta bien”, nos explica.

Como arquitecto, Hagerman se ha enfocado principalmente a la vivienda e infraestructura rural: clínicas, escuelas, refugios, puentes, baños. Su principio siempre es el mismo, hay que dibujar a la gente dentro, pensar en las personas, conocerlas, comprenderlas, ponerlas en el centro.

Es en ese sentido que, la eficiencia de las técnicas constructivas y los materiales cobran gran relevancia en su quehacer socio-arquitectónico. Es indispensable ubicar la obra en el entorno, no solo físico sino social. Investigar los procesos de vida en las comunidades, los tiempos y etapas del desarrollo de las familias, pero las posibilidades materiales también.

“He tratado de que las construcciones se hagan de una manera sencilla, tal como las personas en las comunidades las saben hacer”. Mediante el contacto con los habitantes y las experiencias en el lugar, en cada proyecto Hagerman va estudiando las bondades de las técnicas y los materiales locales; luego, si las hay, propone opciones que vuelvan los procesos más eficientes en términos de costos, energías y resultados.

Como diseñador y profesor –porque también en este ámbito ha hecho una carrera– su postura es clara, “el diseño industrial nos enseña a buscar formas originales, pero la riqueza más grande está en crear un universo que le pertenezca a la gente y lograr que esta gente lo sienta propio”. A lo largo de su vida, trabajando codo a codo con las personas, en sus comunidades, eso ha intentado, y ha creado muebles, objetos y herramientas pensados para mejorar la vida de las personas que los utilizan.

En una escala u otra, cada proyecto de Hagerman es un estudio. Un estudio ergonómico, técnico o social.

Imaginémoslo entonces sentado en su silla –en ese objeto que es, según Elena Poniatowska, la forma más humilde de la arquitectura–, mirando el cielo encuadrado en un marco de tejas. Dibujémoslo en medio de su casa, oyendo el canto de los pájaros, oliendo los aromas del campo, escuchando la lluvia gotear sobre el tabique.

La Silla “Arrullo”. Del Facebook de Oscar Hagerman.

Arquitecto, sociólogo, humano; siempre se ha sentido bien recibido por las comunidades a las que ha llegado. Conoce y reconoce el valor de los mediadores y de las organizaciones que tienden puentes entre mundos diferentes y permiten el trabajo colaborativo. Oscar Hagerman se ha involucrado con personas de pueblos huicholes, nahuas, mixes, tzeltales y mayas; de todos predica el valor, a todos se ha acercado con respeto, por todos se ha dejado enseñar.

Habría que pensar que el quehacer de Hagerman, más que rural, es auténtico. Parte del acercamiento sensible y real a los modos de vida, a las historias de las personas, a sus actividades diarias; se lleva a cabo sobre miradas y relaciones horizontales. Es un observador que se maravilla ante la diversidad de los paisajes, las costumbres y las palabras de la gente.

Así lo veríamos, maravillados nosotros, y él, en medio del patio, observando el cielo; frunciendo los cientos de líneas que le cruzan la frente. Líneas como caminos que ha recorrido, como historias que le han contado, que han forjado su sabiduría y su espíritu humano y solidario. Con la mirada dulce y en calma, de pronto, en silencio; recordando –quizás– los rostros, las voces, las casas, las escuelas, las cocinas de tanta gente con la que ha compartido estos años.

Cerremos la plática imaginaria, quedémonos con una oración, con un rumbo pronunciado por su voz desentonada, voz sabia de quien ha pasado una vida escuchando hablar a otros:

 “Una sociedad nueva y moderna no es necesariamente la que haga edificios espectaculares, sino la que, respetando a todos los seres humanos, logre que las personas vivan dignamente”.

 

 

Fuentes:

*Entrevista ONCE NOTICIAS, Javier Solórzano, 2017

*Oscar Hagerman, Arquitectura y Diseño, Paloma Vera (edición), Arquine/Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, 2014

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