Fernanda Escárcega Cap.
Sacar la librería a la calle; meter la casa a la librería, crecer un árbol dentro… Tanto por su relevancia arquitectónica, como por el valor social de su función el Centro Cultural Elena Garro es un proyecto que en All Arquitectura admiramos mucho. Aprovechamos esta entrada del blog para hacer un recorrido desde los versos de la escritora que le da nombre.
A tan solo unos metros de la capilla de la Conchita, sobre una calle de árboles tan altos y longevos como las casas coloniales a las que dan sombra, se encuentra el Centro Cultural Elena Garro.
Elena Garro fue una escritora nacida en Puebla, en 1916, cuya obra más famosa es la novela Los recuerdos del porvenir, pero que ha sido reconocida principalmente como dramaturga y poeta .
En 2013, tres años antes del centenario del nacimiento de Garro, se inauguró un Centro Cultural en su honor. El espacio fue diseñado por Fernanda Canales y Arquitectura 911 y –con mucha polémica inicial– llegó a la zona con la idea de llamar la atención de los habitantes del barrio de La Conchita y de los visitantes que llegaran de fuera, por igual.
Partiendo del concepto de conservación y rehabilitación, el proyecto retomó una casona del siglo XX y la adecuó a las necesidades de una librería pública mediante el juego de volúmenes superpuestos y relaciones de espacio que entretejieran lo exterior con lo interior, el pasado y el presente, lo nuevo con lo anterior.
En la memoria
hay ventanas abiertas al perfil de la luna
países minerales
ramas de pájaros
estrellas pegadas a los vidrios
Mediante una fachada de cristal la librería se hace evidente, sale a invitar a los caminantes. Dentro, la fachada de la casa original, cubierta por la nueva edificación, vuelve ambiguo el acto –doble– de entrar. La actualidad guarda el pasado, y no solo lo conserva, sino que lo hace brillar.
Hay una casa de fachada blanca, bordes de ladrillo y una terraza cuadrada dentro del edificio de concreto y cristal. De esa casa, el jardín son miles de libros; millas de autores, como enredaderas y arbustos vivos, conteniendo sus palabras.
En la memoria
hay rastros de serpientes
jeroglíficos trazados en jardines
El paisajismo del Centro Cultural estuvo a cargo de Entorno Taller de Paisaje y una de sus misiones principales fue conservar los árboles. Desde la calle, un talud vegetal recibe al visitante; detrás de él, un costado, se encuentran las puertas de bronce “El bosque transformado”, obra de Paloma Torres.
Al interior, entre los estantes de libros, una jacaranda y un fresno altísimo –ahora ausente– crecen libres y refuerzan la atmósfera indeterminada del espacio. Las hojas de sus copas se extienden casi tocando las páginas de los volúmenes que llenan los muros-libreros del edificio nuevo.
Un río que corre entre los muebles
árboles adentro de una biblioteca
El diálogo que se establece entre la madera de tzalam, la piedra volcánica, el concreto, metal y los enormes bloques de cristal, logra –nuevamente– un equilibrio entre elementos que podrían parecer, de entrada, incompatibles.
Una escalera que respetó el lugar y la forma original da acceso a la planta alta. Arriba, la terraza con balaustrada y ladrillo reina entre los corredores que delinean cada zona: Género, Infantil, Obras de Consulta, Derecho…
Los diferentes planos temporales y materiales se superponen y se conectan a través de la función del espacio. Además de una clara exposición de los títulos, el proyecto fomenta el intercambio cultural con la inclusión de un auditorio, un salón de usos múltiples y una zona de cafetería.
unas palabras que navegan
sobre las mesas de un café
En 1954, Elena Garro escribió el poema “En la memoria” y, es curioso que, si uno se acerca con la atención y la sensibilidad suficientes, podría pensar que, de alguna forma, la arquitectura del Centro Cultural evoca algunos de sus versos.
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