ALL-ARQUITECTURA.MX

#weareall

Foto de Procine
Hace casi 50 años se inauguró, en lo que había sido los Estudios Churubusco, la primera Cineteca Nacional. Luego, tras el terrible incendio que se llevaría parte importantísima del acervo filmográfico del país, la Cineteca se mudó a Xoco, a un complejo desarrollado por el arquitecto Manuel Rocha Díaz, que sería remodelado, en 2014, por Rojkind Arquitectos.
Como buscando la reivindicación del pasado –y del presente cinematográfico–, este mes se inauguró una nueva sede de la Cineteca muy cerca del espacio que, en 1982, quedó destruido por el efecto de las llamas.

 


 

A punto de cumplir 30 años,
el Centro Nacional de las Artes

 

Fernanda Escárcega Ch.

 

 

La Cineteca Nacional de las Artes, ha venido a instalarse al interior de uno de los proyectos de arquitectura cultural más importantes del país. Aprovechamos la inauguración para hablar del proyecto encabezado por Ricardo Legorreta.

Doce años después del incendio, en los tiempos priistas de Salinas de Gortari, sin que esté muy claro si se lanzó un concurso o si fue el mismo presidente el que eligió al arquitecto, se inició el plan de crear un Centro Nacional que reuniera espacios de aprendizaje, exhibición e interacción de diversas artes. Del mismo modo, sin que sepamos cómo, se conformó un grupo de despachos que se encargarían de escuelas y espacios específicos.

El CNA reuniría en ciento veinte mil metros cuadrados las escuelas nacionales de danza, artes plásticas, música, teatro y, como espacios compartidos, un edificio de investigación, una biblioteca, un aula magna y un conjunto de salas cinematográficas que serían concesionadas a una empresa privada. 

 

CENART un espacio para las artes en la CDMX

Foto de Bernardo Arcos y Lorena Arcaraz

En 1994 –una época donde todavía el reconocimiento era cosa de hombres– Legorreta quedó a cargo del plan maestro que supervisaría el trabajo de Enrique Norten, Bernardo Gómez Pimienta y Luis Vicente Flores (jóvenes, entonces); Alfonso López Baz, Javier Calleja y Javier Sordo Madaleno (ya con una trayectoria significativa) y Teodoro González de León y el mismo Ricardo (firmas consagradas).

De la diversidad de estilos, el emblemático fue, por supuesto, el de Legorreta. Los volúmenes que crecen en vertical y horizontal marcando el contraste entre sus líneas a través del color visten la esquina de dos de las avenidas principales de la ciudad de México: Río Churubusco y Calzada de Tlalpan.

En sus tiempos, como cualquier proyecto de gobierno, fue objeto de duras críticas, principalmente por tendencia centralista y la sospecha de nepotismo en la elección de los arquitectos participantes. Sin embargo, hoy, vale la pena preguntarnos sobre su valor como obra cultural.

En 1995, la revista española Arquitectura Viva, se refirió a la monumentalidad neoazteca, los cauces líricos del legado barraganiano y el intento por conectar con las últimas tendencias del panorama internacional como una combinación de fuerzas convulsas que, vibrando entre los edificios del CNA, lo mismo podían significar una dolorosa grieta en la cultura mexicana que el surgimiento de una nueva y grandiosa identidad.

 

Ya en tiempos más recientes –2014–, el investigador de arquitectura Antonio Toca Fernández sostuvo que el conjunto era heterogéneo y había sido realizado sin ninguna intención de integrar sus partes, ni entre ellas ni con el paisaje. No obstante, reconoce que, en él confluyen estilos y visiones arquitectónicas representativas del final del s. XX y, desde ahí, le otorga el tercer lugar en complejos culturales, solo después de la Ciudad Universitaria y el Museo de Antropología.

Y sí. A punto de cumplir treinta años, es necesario admitir que el Centro Nacional de las Artes ha demostrado un valor que se sostiene tanto en lo estético como en lo funcional. Individuales y distintos, los edificios pueden no haber sido proyectados para comunicarse con el resto, pero ha sido en el uso de los estudiantes y maestros y en la memoria de los visitantes que sus líneas han terminado por entrelazarse.

Foto de Procine

Foto de Procine

Hoy el CNA no es un conjunto fragmentado. Es una totalidad de la cual, es cierto, el naranja y el morado de Legorreta son cara, pero una cara que sin el acero de Norten o los largos ventanales de Flores no tendría el mismo semblante.

En respuesta a la revista de 1995, tal vez, el CNA no significaba ruptura de identidad ni surgimiento de novedad. Tal vez solo era la efervescencia del eclecticismo del que siempre ha abrevado la cultura mexicana. Un carácter que, aún a través de las instituciones y las fuerzas del poder, permanece haciéndose presente.

Foto de Bernardo Arcos e Ithan López

Foto de Bernardo Arcos e Ithan López

 

Fuentes:
Toca Fernández, A (2014) “Centro Nacional de las Artes” en Ménades y meninas no. 34, Casa del tiempo, UAM
Fernandez Galiano, L (1995) “México entre la herencia y la vanguardia” en Arquitectura Viva no 40, Madrid

Leave a Reply