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Fernanda Escárcega Cap.

Armando Juárez es –dicho en sus propias palabras– no-comunicólogo. Dejó la carrera antes de terminarla y comenzó un camino que pronto lo llevó a definir quién es y qué es lo que lo llena personal y profesionalmente. Hoy sabe que los rasgos fundamentales su quehacer, personal o laboral, son: crear, explorar y tender puentes con otras personas.

Armando ha fotografiado varios de nuestros proyectos, pero sabemos que su trabajo es muy diverso y no se acota a un solo ámbito; por eso decidimos entrevistarlo y preguntarle cómo llegó a donde está y hacia dónde se dirige.

F: ¿Cómo llegas de la “no comunicación” a la fotografía arquitectónica?

A: La historia es muy larga pero natural a la vez. Todo se fue dando. Yo estaba en la carrera y me di cuenta de que quería contar historias. Unos amigos y yo organizamos un taller de escritura; escribíamos cuentos y nos evaluamos entre nosotros. Me acuerdo mucho de una amiga que me dijo que yo no escribía historias de principio a fin, sino postales literarias. Ahí lo entendí todo. A mí me salía bien la descripción de las escenas, de los elementos: un niño jugando afuera de la cantina… eran fotografías en letras.

La cámara fue el medio que encontré para comunicarme, para entrar en contacto con los demás. Tuve clases, pero no fueron buenas; me considero más un fotógrafo autodidacta. En cuanto tuve el dinero, pensando que fuera mi herramienta de trabajo, me compré un equipo. Lo siguiente fue buscar tutoriales, salir a usarla, tomar uno que otro curso.

Empecé haciendo foto documental. Así capturaba, en series, historias de la realidad. Luego, buscando construir mis propias realidades, encontré el espacio en la fotografía de moda. Paralelo a esto, porque había hecho algo de registro de obras, amigos arquitectos me buscaron para que documentara sus espacios.

F: Es un camino muy variado: comunicación, cuento, documental, moda… Parecería que andabas hacia direcciones distintas.

A: Tengo que decir que yo no me encontré hasta los 30 años. Hasta esa edad no sabía quién era. Pero llegó el punto en que tomé la decisión de hacer lo que quería y entenderme como lo hago ahora. Tuve que pasar por muchas cosas, entre ellas una etapa en la que hacía fotos más con fines prácticos, más por trabajo que por gusto.

F: ¿Cómo te sientes, hoy, haciendo foto arquitectónica?

A: La arquitectura siempre ha tenido un lugar muy importante en mi vida. Porque comparto esta forma de pensar el espacio a partir de líneas y de puntos de fuga, porque tenía el equipo y las habilidades, me fueron llegando trabajos. En un principio lo veía solo como fuente de ingresos, pero hoy ese trabajo lo vivo como proceso de reflexión y experimentación.

La versión más simple de la foto arquitectónica registra el espacio, pero en mi práctica intento crear algo más, darle vida al lugar; trato de ver cómo juega la iluminación. Me gusta fijarme en el espíritu o en la idea del arquitecto, pero, sobre todo, busco las huellas de las personas que hicieron, de los ingenieros, de la mano de obra; porque ahí se ven sus manos. Creo que la manera de capturar un espacio, de verdad, a cabalidad, requeriría mucho más. Sería necesario habitarlo, vivirlo, experimentarlo. Y eso no se logra nunca al cien por ciento. No como fotógrafo de un proyecto.

F: Piensas mucho alrededor de ello, alrededor de tu impronta como fotógrafo y de la interacción con los lugares.

A: Sí, tengo un cuestionamiento filosófico constante al respecto. Considero que la fotografía de arquitectura no es solo hacer notar los muros perfectos, lograr un corte de luz bellísimo o producir imágenes que se vean bien. Creo que, idealmente, la foto debería que dar cuenta de cómo es habitado el espacio, cómo es transformado, cómo se modifica a lo largo del tiempo por las personas. Pero ahí acabo cayendo yo, nuevamente, en mis procesos documentales.

Los lugares no habitados me parecen áridos, asépticos. La arquitectura perfecta donde se ve todo impecable, como una galería, no me llena. Con mis fotos busco evitarla o transformarla.

Pienso cómo mi propia presencia en el lugar tiene un impacto en él, tomando la foto, a veces dirigiendo al equipo; aun si solo estoy unas horas. Pienso en las ausencias que han quedado marcadas. Siempre encuentro algo. Muy seguido me fijo en los elementos que contrastan o dimensionan la arquitectura. Un árbol, por ejemplo, vivo, aún más grande que el techo de triple altura, tras una ventana inerte. Puedo estar concentrado en encontrar ese corte preciso que tanto gusta, en capturar la luz poética y, de pronto, todo se interrumpe por una rama, afuera, que se mueve con el viento.

Me gusta trabajar con luz natural porque, frente a lo concreto, sobre lo sólido, la luz está viva.

F: Cuando haces foto de moda, ¿también te invaden todas estas reflexiones?

A: Tengo estas ideas en la cabeza y es un proceso fijo, en la foto y en todo. Es mi andar natural.

De la foto de moda me gusta, por un lado, que la modelo, la persona, habita y da vida al espacio; la persona se vuelve la escala del lugar, de la luz y también del tiempo. Por otro lado, siento que mi lente es el marco final de un conjunto de creaciones –el movimiento del cuerpo de la persona, el peinado, el maquillaje, la ropa, el set–, del cual hago notar una particularidad, que no quiero llamar belleza y, al final, se vuelve una nueva creación, mía, donde se enlaza todo.

F: ¿Te resulta fácil trabajar en equipo?

A: Me encanta. Me encanta conectar con personas con las que funciono y puedo compartir ideas; con las que, juntos, podemos multiplicar y hacer crecer esas ideas. Le veo un gran valor al trabajo multidisciplinario, en el que se aborda un mismo tema desde distintos puntos de vista y se crear algo en la confluencia de ellos.

Las relaciones así son las que me han permitido ir armando una red de diálogos y de trabajo. Amigos que se vuelven clientes, amigos con los que colaboro, clientes que se vuelven amigos, colaboradores que me recomiendan. Así es mi historia con All Arquitectura.

F: ¿Qué planes tienes por delante?

A: A corto plazo, publicaré un libro que hice sobre escultores mexicanos y quiero dar a conocer mi proyecto de minimalismo conceptual, en el que, a través de la cámara, cuento historias y doy vida a ciertos objetos. A largo plazo, lo único que tengo claro es que seguiré haciendo fotografía. Me veo muriendo, haciendo fotografía. Es mi vida y es algo que me emociona todos los días.

Quiero hacer más libros, quiero viajar. Ser fotógrafo y vivir la vida en general. Suena vago pero en realidad todo está muy claro para mí.

 

 

 

 

 

 

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