Fernanda Escárcega Ch.
En días recientes se conmemoró en México el día de la Policía Federal. La idea de establecer un día para recordar a los agentes que han muerto en su labor y reconocer a la institución misma surgió a partir del sexenio de Felipe Calderón, época en la que términos como “crimen organizado”, “narco”, “cárteles” e “inseguridad” se volvieron, no solo parte de nuestro vocabulario cotidiano sino también parte de la identidad del país.
Hablar de identidad es complejo pues, para empezar, no queda bien claro qué es, ¿una propiedad?, ¿una descripción?, ¿un proceso?, ¿un vínculo?
De acuerdo con el Diccionario de María Moliner (2007), identidad es el “conjunto de rasgos psicológicos, sociales, ideológicos, etcétera, que caracterizan a una persona o colectividad y con los que éstas se reconocen a sí mismas”. Según Aguado y Portal (1992) es “el proceso de identificaciones históricamente apropiadas que le confieren sentido a un grupo social y le da estructura significativa para asumirse como unidad”.
Cuando nos referimos a la identidad de un país, entonces, hablamos del sentido de unidad que desarrollan sus habitantes alrededor de elementos de diversa naturaleza: fechas, historias, personas, lugares, dinámicas, comida, sonidos, olores, vistas.
Vistas, sonidos, dinámicas, lugares… eso nos lleva inevitablemente al tema de la permanente transformación de la ciudad. Tomando esa fecha conmemorativa la del 13 de julio, podemos traer a cuento el caso de “La Octava”.
La Octava es el nombre que se le dio a un edificio que se volvió emblemático como el último vestigio del pueblo de La Piedad –ahora mejor conocido como colonia Narvarte –. La octava delegación de Policía del Distrito Federal se construyó, en 1945, sobre lo que durante casi trescientos años fue el templo de Nuestra Señora de La Piedad. Iglesia que se edificó junto a uno de los primeros conventos de la ciudad –ya conquistada– en el pueblo originario de Ahuehuetlan. Los pobladores originales fueron evangelizados, transcurrió la Colonia, la Independencia, vinieron las Leyes de Reforma, el siglo XX y, con la explosión demográfica de la capital –y la evolución de las conciencias–, el templo fue derribado para poner, en su lugar, una delegación de policía.
El edificio fue catalogado por el INBA como inmueble de valor artístico, precisamente, por contar como el único punto de contacto con ese pasado prehispánico-colonial de la zona. Sin embargo, en 2014, ni eso fue suficiente para evitar su demolición y la subsecuente transformación de la esquina de Obrero Mundial y Cuauhtémoc en un Ministerio Público (nuevo) y una extensión de estacionamiento de la Plaza Delta. (Mismo que, llegado el momento, habrá que sumar como nuevo último vestigio de la historia del pueblo de Ahuehuetlan).
La ciudad está en transformación constante, no parecería haber una lógica legítima para señalar qué es lo verdaderamente auténtico u original. Sin embargo, lo que sí hay es una normativa –medio política y medio cultural– que pretende, precisamente, proteger aquellos elementos que, en gran escala, nos unifican, sostienen nuestra identidad.
La Ley de Patrimonio Cultural, Natural y Biocultural de la Ciudad de México, en su artículo 2º, define “patrimonio” como “los elementos y manifestaciones materiales e inmateriales de la actividad humana y del entorno natural que a los que se reconoce por tener un valor excepcional con significado social que requieran ser salvaguardados”. De los diversos tipos, el que nos interesa ahora es el patrimonio urbano, es decir, los bienes inmuebles, elementos aislados como esculturas, monumentos, paisajes culturales, espacios públicos (plazas, parques jardines), aquella imagen urbana que merezca tutela en su conservación y consolidación.
Desde 1987, la totalidad del Centro Histórico de la Ciudad de México cuenta como Patrimonio Cultural de la Humanidad, pero, a lo largo de toda ciudad hay 176 áreas de conservación patrimonial, lo que significa 17 248 hectáreas o 27% del territorio de la demarcación.
En una ciudad como esta, donde el cambio frenético y la sobrepoblación conforman parte fundamental de la identidad, porque son parte de la vida diaria, ¿es posible mantener intactos los inmuebles catalogados como patrimonio arquitectónico?
Mientras que en el Centro, el peso de la zona y el elevadísimo costo de inversión que requeriría la transformación de cualquier edificio –medio respetando su estado original– el paisaje arquitectónico se ha mantenido, en otros lugares, como la colonia Roma Norte, muchos inmuebles de estilo art nouveau, art decó y neocolonial han sido demolidos –40 de 2006 a 2015– o alterados. Hay, además, incontables casos de edificios catalogados que aguantan al filo del derrumbe o continúan envejeciendo en el completo abandono, por falta de recursos para su rehabilitación. Por nombrar algunos: el ex templo San Lázaro (1522), en la colonia Emiliano Zapata; la Casa Requena (1737), en el Centro; el Cine Opera (1942), en la colonia San Rafael, o el Hotel posada del Sol (1945), en la colonia Doctores.
No es fácil tomar una postura.
Es verdad que los lugares pueden ser ejes de la identidad. Es verdad que el valor artístico, histórico y social debe respetarse. Pero, también es verdad que, la identidad articula el pasado con el presente y que así como el sexenio de Calderón dio lugar a términos, corridos, series, películas, novelas, piezas de arte, instituciones y discursos nuevos que hoy nos conforman como país, la transformación urbana –a veces aplaudida, a veces repudiada–, la necesidad de vivienda y los voraces intereses económicos son parte del movimiento característico de nuestra ciudad.
¿Cómo encontrar el punto medio?
Fuentes
Moliner, M. (2007). Diccionario se uso del español (3a. ed.). Madrid: Gredos.
Aguado, C. y Portal, M. (1992) Identidad, ideología y ritual, Texto y Contexto, 9. Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa.
Heras, N. “5 edificios en la Ciudad de México que deberían rescatarse”, Archdaily, 28 de noviembre de 2018, revisado en: https://www.archdaily.mx/mx/906710/5-edificios-en-ciudad-de-mexico-que-deberian-rescatarse
Cruz Flores, A. “Fueron demolidos o alterados 107 inmuebles en la Roma catalogados como patrimonio arquitectónico”, La Jornada, Capital, 14 de abril de 2021,revisado en: https://www.jornada.com.mx/notas/2021/04/14/capital/fueron-demolidos-o-alterados-107-inmuebles-en-la-roma-catalogados-como-patrimonio-arquitectonico/