ALL-ARQUITECTURA.MX

#weareall

Fernanda Escárcega Ch.

 

En días recientes, en la Ciudad de México, se ha vivido el (des)enlace de la polémica por la instalación de “Tlali” en el Paseo de la Reforma.

En resumidas cuentas, la jefa de Gobierno anunció que, en el lugar de la antigua estatua de Cristóbal Colón, ahí erguida desde 1877, se colocaría –como parte de la celebración de los 200 años de la Independencia, 500 de resistencia indígena y 700 de la fundación de Tenochtitlán– una pieza consignada al reconocido artista Pedro Reyes. “Tlali” daría rostro a una mujer olmeca, “en reconocimiento a mujeres en la historia del país como reivindicación del pasado y el presente” –explicó Claudia Sheinbaum–. La discusión sobre la pertinencia de dicho monumento, su simbolismo y su ejecución inició inmediatamente y, tras la presentación de 300 firmas de artistas e intelectuales que denunciaban la reproducción del “silenciamiento e invisibilización de la lucha de las mujeres y de sus pueblos originarios”, la jefa de gobierno anunció que será el Comité de Monumentos y Obras Artísticas en Espacios Públicos el que elija la obra –creada y producida por una mujer indígena– que sustituirá al navegante genovés.

Glorieta “Sin” Colón | EneasMX

¿Qué hay detrás de todo esto?

Partamos de un punto importante, la definición de ‘Nación’ que, en palabras de Benedict Anderson (1993), es “una región política imaginada, inventada, no fabricada a modo sino más bien producto de recuerdos y olvidos compartidos”. Esa idea nos llevarnos directamente al concepto crucial de ‘identidad’, la cual se basa en la memoria, de la cual dice el mismo Anderson, “es la capacidad de reproducir y que esta reproducción se despliega siempre seleccionando trozos y trazos del pasado que se materializan de algún modo en objetos simbólicos” (p. 21).

Los 200 años de Independencia, los 500 de resistencia indígena y los700 desde la fundación de Tenochtitlán son los trozos que este gobierno de la Ciudad ha seleccionado; los trazos, en este caso, quizá, la mujer y las poblaciones indígenas. Y es que podemos contar ya el caso de la sustitución de Colón como uno más de las diversas acciones en pro de una llamada “descolonización de la vía pública”. Otros ejemplos se ven en el cambio de nombre al antes “Árbol de la Noche Triste” por “Plaza de la Noche Victoriosa”, a la avenida “Puente de Alvarado” –en homenaje a uno de los conquistadores españoles que orquestó una de las más duras masacres a la población mexica– ahora “Avenida México-Tenochtitlan” y a la estación de metro “Zócalo” ahora “Zócalo-Tenochtitlán”.

A lo largo de la historia de ésta y otras naciones, han sido varios los programas que, a través del arte, arquitectura, educación, políticas y otros medios, buscan construir o modificar el entendimiento, la memoria y los símbolos que cohesionan a la población. En la historia de nuestro territorio –dejando fuera el periodo de los pueblos originarios– podemos mencionar, del siglo XIX, tras la Independencia, el establecimiento de estereotipos que conformaron el ser “mexicano”, especialmente a través de la creación de instituciones académicas y obras artísticas que perseguían los valores globales del nacionalismo, tan en boga en la época. Igualmente, en el siglo XX, luego de la Revolución, toma fuerza el conocido Muralismo mexicano, movimiento artístico que promovía una visión particular de la situación política y social.

Este movimiento, acompañado de la creación de diversas instituciones –y edificios– públicos, perseguía los ideales de la “cultura universal” y el reconocimiento de las “raíces nacionales”. De esos tiempos heredamos la recuperación “blanqueada” de “lo indígena” y la instauración de rasgos definitorios de nuestra identidad como el charro, el tequila, la china poblana, la canción ranchera o el jarabe tapatío.

 

Aquí en México y en cualquier otro país, de cualquier continente, la implementación de estos programas es común e incluso puede ser beneficiosa; sin embargo, la crítica y la problematización, tanto de los símbolos como de las narrativas detrás de ellos, es siempre necesaria. Como apunta Arbesú Verdusco (1998, pp. 33 y 34), “el problema central de una política cultural está en la manera como un discurso específico va adquiriendo lógica o racionalmente cierta validez y aceptación en gran parte de la sociedad, inhibiendo o sepultando otras memorias particulares”.

 

La presencia de Cristobal Colón como “descubridor” de América en una de las avenidas más importantes del país, el nombre de una calle en memoria de Pedro Alvarado o la denominación de un árbol histórico desde la visión del “español”, conforman –con o sin intención– un discurso que cuenta la identidad de un país americano desde la visión del poderío europeo e instaura como inicio práctico de nuestra historia la llegada de Colón y los españoles, dejando toda existencia anterior –y original– en un nivel inferior, más bien marginal y/o folclórico.

La explicación que Claudia Sheinbaum dio a la decisión de sustituir al navegante europeo por una obra que represente a una mujer indígena –como parte de la serie de acciones de conmemoriación de los 500 años de la Conquista– fue “empezar a replantear la mirada histórica, […] empezar a contar la historia desde un lugar, […] colocarnos frente a nuestro pasado y, por lo tanto, frente a nuestro presente y nuestro futuro, desde la mujer o de las mujeres indígenas como parte esencial de la historia del continente”.

 

Entonces, la intención es recuperar memorias particulares que han permanecido, por lo menos por cinco siglos, sepultadas o inhibidas, pero ¿cómo?, ¿por qué la polémica?

“Tlali” | Foto: Archivo

Por un lado está la adjudicación de la pieza a un hombre no indígena. Pues, aun con la trayectoria de Pedro Reyes, si se trata de generar un símbolo que honre y dé voz a mujeres, en específico, indígenas, la determinación del gobierno de la ciudad resulta contradictoria o, al menos, insuficiente. Por otro lado, la problematización de un asunto más profundo, más enraizado y mucho más complejo, la categoría de “indígena” misma.

 

A aquellas comunidades que, anterior a la llegada de Cristobal Colón, fueron simplemente los habitantes de estas tierras, hace 500 años se les impuso –arbitraria, simplificadora y violentamente– la categoría de “indios”. Con la creación del Estado-nación mexicano, se estableció el concepto de “indígena” para –arbitraria, simplificadora y sistemáticamente– denominar a las comunidades, pueblos y naciones que, “habitaban en el país, o en una región geográfica a la que pertenece el país, en la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales fronteras estatales”; aquellos pueblos “cuyas condiciones sociales, culturales y económicas les distingue de otros sectores de la colectividad nacional, y que están regidos total o parcialmente por sus propias costumbres o tradiciones o por una legislación especial”.

Así, “indígena” es una categoría que surge desde una visión ajena, una imposición a una gran diversidad de identidades, que las reduce a una etiqueta con cientos de implicaciones políticas, sociales y raciales. A pesar de que teóricamente el término busca reconocer y dar un lugar a dichos grupos, su uso establece un entendimiento hegemónico, ciertas formas de relacionamiento y, sobre todo, la afirmación de cierto tipo de poder sobre ellos.

 

En México, hay alrededor de 68 pueblos indígenas –la falta de información precisa proviene del desconocimiento generalizado–. Cada uno con un nombre, una lengua, tradiciones, valores y costumbres propias; cada uno con sus símbolos y narrativas; cada uno en resistencia continua a las fuerzas que las categorías, ideologías y programas de gobierno del Estado que creció alrededor de ellas les ejercen.

 


Fuentes:

[1] Anderson, B. (1993) Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo. México: Fondo de Cultura Económica.

 

[2] Arbesú Verduzco, L. I. (1998). Mercadotecnia política. México: Instituto Federal Electoral

 

[3] Cámara de Diputados, Servicio de Investigación y Análisis, 3. La definición de indígena en el ámbito internacional, revisado en:

[4] http://www.diputados.gob.mx/bibliot/publica/inveyana/polisoc/derindi/3ladefin.htm

 

[5] Estamosaquí.mx, México, noticias de última hora, 14 de septiembre de 2021, revisado en: https://estamosaqui.mx/2021/09/14/tlali-no-sustituira-a-colon-en-reforma-decidira-comite-de-monumentos-sheinbaum/

 

[6] Márquez Carrillo, J. (2016) Arte, identidad regional y nacionalismo conservador en Puebla, México, 1920-1960, Artes, la revista, revisado en file:///Users/administrador/Downloads/337709-Texto%20del%20art_culo-168099-2-10-20210420.pdf

Leave a Reply